domingo, agosto 30, 2009

La vida sencilla.

Título: La vida sencilla.
Autor: Octavio Paz

Llamar al pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes ?papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento?
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos...
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos y del polvo.

sábado, enero 26, 2008

Noche fría de enero: un café con Neruda

SABRÁS que no te amo y que te amo
puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio,
el fuego tiene una mitad de frío.

Yo te amo para comenzar a amarte,
para recomenzar el infinito
y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.

Te amo y no te amo como si tuviera
en mis manos las llaves de la dicha
y un incierto destino desdichado.

Mi amor tiene dos vidas para amarte.
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.

domingo, agosto 12, 2007

El amor es eterno: un poema al azar

Tengo tiempo para quererte
pero los segundos se acaban,
no me da tiempo a decirte,
a besarte con sentimientos,
a estremecerte con caricias,
tengo tiempo para amarte
si este segundo es eterno.

domingo, mayo 13, 2007

Elogio de la infelicidad, de Emilio Lledó

La palabra felicidad es una idea casi trivial y, a la vez, una aspiración insoslayable, medio perdida "en ese horizonte de sueños, ideales, deseos, utopías, amenazas y dolores" que nos atrapa y nos envuelve.

Así que esa escurridiza palabra "nos hace pensar que estar en el mundo es estar en la insuficiencia, en la insatisfacción". En consecuencia, si la felicidad es un proceso -una lucha en distintos frentes-, otro tanto sucede con la desdicha.

Por todo ello, quiero rescatar de mi biblioteca este libro de Emilio Lledó titulado "Elogio de la infelicidad" editado por Cuatro, donde desde el reconocimiento activo del dolor y de la corporeidad hasta la interiorización de los conflictos, desde el reconocimiento de la amistad hasta el ideal ciudadano y la lucha contra la ferocidad que hoy nos acosa con una violencia fatalmente aceptada, también desafía nuestra capacidad para reflexionar sobre estos "combates", si sabemos leerlos, interpretarlos a partir de diversos relatos clásicos, y traducirlos a nuestra experiencia del presente.

lunes, octubre 03, 2005

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
çde las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas del azar
y también de la alegría.

Por Mario Benedetti.

sábado, septiembre 24, 2005

Fuego... El gallo de pelea

EL GALLO DE PELEA

Chi Hsing Tzu era entrenador de gallos de pelea. Empleado por el rey Hsuan, estaba entrenando un ave magnífica.

El rey no hacía más que preguntar si el ave estaba preparada para combatir. "Aún no", dijo el entrenador. "Está llena de fuego, dispuesta a pelear con cualquier otra ave. Es vanidosa y confía en su propia fuerza".

Diez días más tarde contestó de nuevo: "Todavía no. Explota en cuanto oye cantar a otra ave".

Diez días más tarde : "Aún no. Todavía se le pone ese gesto iracundo e hincha las plumas".

De nuevo diez días. El entrenador le dijo: "Ahora está ya casi listo. Cuando canta otro gallo, sus ojos ni siquiera parpadean. Se mantiene inmóvil como un gallo de madera. Es un luchador maduro. Las demás aves le mirarán una sola vez y echarán a correr".

Chuang Tsé (s. VI a. C.)

martes, septiembre 13, 2005

Tierra... Hombre que mira la tierra

Hombre que mira la tierra
Autor: Mario Benedetti

Cómo querría otra suerte para esta pobre reseca
que lleva todas las artes y los oficios
en cada uno de sus terrones
y ofrece su matriz reveladora
para las semillas que quizá nunca lleguen

cómo querría que un desborde caudal
viniera a redimirla
y la empapara con su sol en hervor
o sus lunas ondeadas
y las recorriera palmo a palmo
y la entendiera palma a palma
o que descendiera la lluvia inaugurándola
y le dejara cicatrices como zanjones
y un barro oscuro y dulce
con ojos como charcos

o que en su biografía
pobre madre reseca
irrumpiera de pronto el pueblo fértil
con azadones y argumentos
y arados y sudor y buenas nuevas
y las semillas de estreno recogieran
el legado de viejas raíces
como querrían que se escucharan
su verde gratitud y su orgasmo nutricio
y que el alambrado recogiera sus púas
ya que por fin sería nuestra y una

como querría esa suerte de tierra
y que vos muchachita
entre brotes o espigas
o aliento vegetal o abejas mensajeras
te extendieras allí
mirando por primera vez las nubes
y yo tapara lentamente el cielo.